"Mirar las cosas de cara, ser capaces de sorprendernos, tener curiosidad y un poco de coraje; saber preguntar y saber escuchar; evitar los dogmas y las respuestas automáticas; no buscar necesariamente respuestas y aún menos fórmulas magistrales" (Emili Manzano)

viernes, 22 de julio de 2016

CRISTIANISMO, POSTMODERNISMO Y DEPRESIÓN

Cada vez atrae más atención el concepto de espiritualidad y su relevancia en distintas enfermedades mentales y físicas (ver gráfico). En el caso concreto de la depresión, el tema presenta particularidades especialmente interesantes como las ideas de culpa, el suicidio, etc.

Si hablamos de la Iglesia Católica, se constata una mayor sensibilidad hacia las condiciones y los condicionamientos. De esta manera, el nuevo Código de Derecho Canónico (1983), suavizando la severidad del anterior (1917), ya no enumera los suicidios entre los excluidos de la sepultura eclesiástica y de la misa de exequias.

En este contexto, Rasgos del pensamiento postmoderno y la depresión de  S.E. Card. Javier Lozano Barragán me parece muy representativo del pensamiento de la Iglesia Católica. Recogido en Actas de la XVIII conferencia internacional promovida y organizada por el Pontificio Consejo para la Pastoral de la Salud sobre La depresión 13-15 noviembre 2003, Ciudad del Vaticano, puedes consultarlo en abierto aquí

Publicaciones  sobre religión y salud en Pubmed, y monográfico sobre el tema de la APP


Reflexionando sobre la historia del pensamiento occidental me llaman la atención los ciclos que se presentan: se inician con la presentación de problemas vitales que se pudieran sintetizar en tres grandes polos: Dios, el hombre y el mundo.

Varios pensadores empiezan a tratar de dar respuestas pertinentes, estas respuestas van subiendo de tono hasta llegar a soluciones geniales donde parece que la humanidad ha llegado a su ápice, y da la impresión de que precisamente en ese momento, el pensamiento decae y se debilita de una manera casi total.

En la antigüedad griega, después de Sócrates, Platón y Aristóteles, se perfila la decadencia en las corrientes del Escepticismo, el Epicureismo, y el Estoicismo. En la Edad Media, después de los grandes pensadores que culminan la Escolástica, Abelardo, San Anselmo, Duns Scoto, Santo Alberto Magno, Sto. Tomás, San Buenaventura, etc., viene el Nominalismo con Occam a la cabeza.

En el pensamiento moderno, a los grandes pensadores: el Racionalismo de Descartes, el Empirismo de Hobbes, Locke y Hume, el Idealismo de Kant, Fichte, Schelling y Hegel, sucede el cansancio de la Ilustración, el Deísmo, el Pietismo, la Aufklärung y la Enciclopedia, que aun en su no originalidad todavía pudieron ser en cierta forma ensayos de respuesta universal a los problemas fundamentales Dios, Hombre, Mundo.

Este declive del pensamiento ahora se agrava en el siglo XX y comienzos del XXI por influjo en especial de pensadores como Nietsche, Heidegger, Wittgenstein, Lyotard, y Vattimo, hasta caer, de nuevo como en la antigüedad griega, en el Escepticismo, el Epicureismo y Estoicismo.

Para Nietzche Dios ha muerto y la única norma de moralidad es ahora el super hombre con su voluntad de poder. No hay valores universales y fijos ni posibilidad de conocerlos .

Para Heidegger es verdad que existe un Ser superior, pero es inefable, en cambio se expresa por el lenguaje, no por el pensamiento porque éste ya es una interpretación del lenguaje y hay tantas interpretaciones como lenguajes, por tanto no son verdaderas. La única posibilidad es el oscuro conocimiento místico. El conocimiento técnico ha objetivado al mundo, falseándolo .

Para Wittgenstein la verdad está en el lenguaje cuando lo que dice de los hechos es científicamente comprobable desde la misma logicidad del lenguaje. Los valores, como no son hechos, no son atingibles. Ahora bien, como la logicidad es también un valor y por tanto no es un hecho, así ni ésta se puede demostrar. Además, hay que atender a la diferencia de lenguajes, al “juego del lenguaje”: técnico, lúdico, político, poético, afectivo, etc. En cada juego el lenguaje tiene un significado diferente. No hay un común denominador de estos juegos de lenguaje que se pueda conocer. La Filosofía sólo tiene como objeto clasificar los diferentes juegos que existan. Su función es terapéutica, esto es, reducir al lenguaje corriente y cotidiano lo que se expresa en otros juegos de lenguaje. Dios significa que constatamos el hecho de que muchas cosas no dependen de nosotros y sí dependemos de ellas. Dios es todo el mundo independiente de nuestra voluntad .




Comentando a los autores anteriores Jean-Francois Lyotard dice que los “metarelatos”, esto es, los pensamientos sintéticos universales de la modernidad como el Iluminismo, el Marxismo, el Cristianismo, el Capitalismo, etc. que dan una síntesis omnicomprensiva, son ineficaces e incomprensibles. No tienen validez alguna. El saber sólo se puede expresar según el juego del lenguaje y consiste en la investigación sobre la inestabilidad, a lo que da el nombre de “Paralogía”. Sólo son válidos los “minirelatos” a los cuales se les da el asentimiento por un consenso temporal de los interlocutores, ya sea en el campo internacional, o político, o afectivo, o sexual, o familiar, o cultural. De aquí resulta una pluralidad que no es reductible a la unidad, que no tiene universalidad. Es una invención anárquica del lenguaje. La universalidad metafísica es sólo una fábula. No hay posibilidad de síntesis entre lo heterogéneo del juego lingüístico. El pensamiento postmoderno deshumaniza al hombre para volverlo a humanizar en la inestabilidad .

Para Gianni Vattimo, el ser no tiene objetividad, y por tanto no es universal. Existe sólo la actualidad, la historia no existe, ha llegado a su fin, no hay más novedad. El conocimiento no llega al ser y no obtiene la verdad. Se llega a la verdad sólo a medias y resultan así sólo verdades a medias. El instrumento por el que se llega es el sentimiento estético y poético, retórico; del “homo sapiens” se pasa ahora al “homo sentimentalis”. Es como cuando alguien ve un cuadro, según sus diversos sentimientos lo interpreta y por tanto está sujeto a muchísimas interpretaciones. Así es la verdad, cada quien la ve según sus propios sentimientos estéticos y poéticos y la expresa con los diversos juegos del lenguaje.

La Televisión, por ejemplo, nos da un conjunto de imágenes, pero no es posible tener un fundamento único y universal que las una. La realidad es el cruzarse de varias imágenes, su contaminarse, sin eje central. La sociedad consiste en emanciparse de la realidad, de las diferencias y en la explosión de la multiplicidad. Esto es, el ser universal, los fundamentos estables, la metafísica han tocado a su fin.

Dios existe en tanto es percibido como el Dios del libro, de la Escritura y de la tradición; pero no un Dios de dogmas inmutables, es un Dios poético y estético que cada quien se forma. Especialmente no es el Dios de la Iglesia católica. Así el Cristianismo se seculariza y llega a su ocaso. El hombre recorre el camino desde su centro hacia un término desconocido, “X”. No tiene necesidad de la seguridad extrema que le daba un antiguo mito mágico: Dios.

El mundo es un evento de juego de interpretaciones lingüísticas dentro de diversos horizontes concretos. Este nuevo pensamiento se llama “Pensamiento Débil”, que es el único posible, y que se afirma contra el pretendido “Pensamiento fuerte”, que no pasa de ser un mito, una fábula superada por la postmodernidad.




Rasgos del pensamiento postmoderno y la depresión 
de  S.E. Card. Javier Lozano Barragán, 2003


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