"Mirar las cosas de cara, ser capaces de sorprendernos, tener curiosidad y un poco de coraje; saber preguntar y saber escuchar; evitar los dogmas y las respuestas automáticas; no buscar necesariamente respuestas y aún menos fórmulas magistrales" (Emili Manzano)

jueves, 15 de agosto de 2013

LOS 7 PECADOS CAPITALES DE LA PSIQUIATRÍA: AVARICIA (1 de 7)

(Basado libremente en Fighting for Mental Health, de Norman Sartorius)
  
En muchos países, la psiquiatría no es una disciplina igual a las demás. Sus practicantes son considerados charlatanes incapaces de proporcionar ayuda real y con oscuros intereses (control social, Big Pharma). Las personas que sufren trastornos mentales (TM) no sonconsideradas personas que requieran ayuda sino débiles morales, maléficos o simuladores.

Existen muchas razones para esta situación. Incluyen el estigma asociado a los TM, la ignorancia de la población y de los responsables de salud sobre la naturaleza de los TM. Pero la psiquiatría también tiene su parte de culpa. Sus pecados pueden enumerarse bajo la cabecera de los 7 pecados capitales de la Iglesia Católica. El término "Capital" no se refiere a la magnitud del pecado, sino a que da origen a muchos otros pecados.






AVARICIA

   La psiquiatría no puede ser codiciosa con el dinero porque no lo tiene. Dejo para otra ocasión hablar de la Industria Farmacéutica, pero la mayor parte de sus recursos a lo largo del planeta se basan en los edificios hospitalarios y los terrenos en los que fueron construidos. Tampoco es codiciosa por sus quejas acerca de su baja prioridad dentro de la salud pública y la falta de comprensión de sus necesidades. Sin embargo es avariciosa con el conocimiento que tiene y que los demás podrían utilizar, con frecuencia mejor que los psiquiatras. Es difícil encontrar psiquiatras que deseen dar parte de su tiempo en formar a médicos generales y a otros trabajadores de la salud.

   La necesidad de formación de médicos generales es enorme pues en la mayoría de países la formación de los estudiantes de medicina apenas incluye alguna semana en un centro psiquiátrico, y la proporción de población que acude al encargado de Medicina General debido a dolencias psicológicas es elevada. El argumento de que los psiquiatras sólo son capaces de atender a una pequeña porción de la población y que deberían formar y delegar suena bien a las autoridades sanitarias pero tiene poco calado en la mayoría de los clínicos.


  Los psiquiatras tampoco se implican en cambiar la formación de los estudiantes de medicina, desastrosa en contenido y estructura. La mayor parte del temario se invierte en explicar las formas más graves de TM que son las más infrecuentes. Sólo se ofrece conocimiento teórico y no cómo manejar los TM. Los hechos se muestran de manera desalentadora: el lenguaje es obtuso y predomina  la jerga. No hay relación entre la frecuencia de un TM en la práctica clínica general y el tiempo dedicado. Las clases y los libros de texto para estudiantes dedican muy poco espacio a aspectos prácticos útiles. No se explica cómo educar a los pacientes para vivir con sus dolencias ni a las familias para ayudar a sus seres queridos enfermos. Los estudiantes de medicina (futuros médicos generales, gestores, directores médicos) terminan su formación en psiquiatría con la convicción de la incapacidad de ésta para proporcionar soluciones específicas.


   La situación culmina con las actitudes que se inculcan. Aunque es vital el uso de la formación para disipar los prejuicios y el estigma hacia los TM son mínimos los esfuerzos orientados a este fin. El lugar de enseñanza habitual son las salas de los hospitales psiquiátricos destinados a pacientes crónicamente enfermos e incapacitados, y los pacientes empleados en las entrevistas son los que presentan los síntomas más bizarros. Se desatiende la enseñanza de técnicas de entrevista con los pacientes menos deteriorados, que son los más frecuentes en la atención general.

   Tampoco se enseñan habilidades necesarias para el manejo de la enfermedad psíquica. Los docentes en psiquiatría no creen que los médicos generales sean capaces de, o deseen, usar habilidades terapéuticas. La formación suele terminar con el consejo de derivar al especialista ante la sospecha de TM. 

   La psiquiatría también es mezquina en la provisión de su conocimiento a otros especialistas. Los nuevos psicofármacos son usados por numerosos especialistas sin apenas consulta con psiquiatras, con frecuencia a dosis o periodos inapropiados. Tampoco la psicofarmacología de las personas con TM comórbido con patología médica recibe apenas atención en la formación académica. Además, pese a la creciente evidencia del impacto de los factores psíquicos sobre el sistema inmune, gastrointestinal, ginecológico, etc, este conocimiento se mantiene en círculos psiquiátricos (e.g. unidades de trastornos por somatización) y no se utiliza como puente a la medicina general. 

  Mientras otras disciplinas médicas aumentan su presencia en la formación médica inundando otras áreas con nuevos hallazgos y teorías, muchas con escasa evidencia, la psiquiatría transmite que es una disciplina tan compleja que sus prácticas no pueden hacerse transparentes.

   La psiquiatría debe cambiar sus métodos, examinar su conocimiento y trasladarlo a un lenguaje comprensible a otras áreas de la medicina y otros ámbitos. Debe dejar de ser mezquina, pues su conocimiento puede y debe ser útil para la medicina y el progreso de la ciencia en general.

La virtud que corresponde a la avaricia es la generosidad.





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